Acabar con la desigualdad, un factor clave para detener la violencia en América Latina

Las causas de la violencia

La evidencia es contundente cuando se correlaciona el incremento de la violencia y la alta desigualdad especialmente con la abundante investigación multidisciplinaria y los estudios realizados en las zonas más pobres del planeta. Algunos son los nombres de importantes académicos que han estudiado estos temas y es valioso mencionar los trabajos de Charles Tilly, quien fue uno de los primeros sociólogos en proponer que la desigualdad económica conduce a la violencia en su libro “The Politics of Collective Violence“.  Junto a él, otros autores de diversas disciplinas han analizado tan complejos temas desde sus arenas de investigación. Desde el campo de la psiquiatría, James Gilligan estudio cómo la desigualdad social es un factor importante en el aumento de la violencia en las prisiones debido a que crea un ambiente de frustración y desesperación que puede conducir a la agresión. Para grupos sociales más amplios, los politólogos Joshua Goldstein y David Green elaboraron importantes estudios sobre estos temas explicando cómo la desigualdad económica es un factor importante en el estallido de las guerras civiles y en la creación de descontentos sociales que pueden conducir a la violencia. Para los estudios del sur global también se han realizado múltiples investigaciones y el informe “Atrapados: Alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y el Caribe” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ofrece una perspectiva actualizada de cómo al 2021 la región se encontraba atrapada entre la creciente desigualdad económica y el lento crecimiento económico de las economías. Partiendo de esta perspectiva de largo plazo, se evidencia que desde 1995 a la fecha tanto la tasa de homicidios como la desigualdad de ingresos han disminuido en América Latina. Sin embargo, las tasas de homicidio en América Latina continúan siendo significativamente superiores a los promedios mundiales que se ha mantenido influenciados por el crimen organizado, el narcotráfico y las maras que mantienen aún muy altos los niveles de la criminalidad en América Latina.

Como resultado de este crecimiento lento versus el resto de las economías del mundo, la violencia en la región de América Latina y el Caribe ha crecido y limitado la capacidad de progreso en los índices de desarrollo humano y económico. Ante esta situación, se suman las dificultades económicas generadas por COVID-19 que resultaron en un atraso del crecimiento de la región y en un encarecimiento generalizado de los costos de vida de los latinoamericanos. Antes de la pandemia la desigualdad económica en la región latinoamericana mostraba que el 45% de la riqueza se encontraba concentrada en el 10% más rico de la población. Este porcentaje se incrementó con la pandemia y la pérdida de empleos para millones de latinoamericanos que durante 2021 alcanzó casi un 24% afectando principalmente a los jóvenes entre 15 y 24 años. Como resultado, el desempleo y el crecimiento de la desigualdad económica repercutieron en todos los aspectos de la vida de los latinoamericanos, desde el acceso a la educación y la salud hasta las oportunidades de empleo y la participación política.

La historia de lento crecimiento económico en las últimas décadas ha sido en América Latina alrededor de un 2% anual según informa el PNUD y como resultado, se ha limitado la generación de empleos, la creación de nuevos negocios y se ha reducido la productividad de las industrias regionales. Lo anterior ha conllevado a que el crecimiento empresarial se mantenga muy reducido al control empresarial de un grupo y se reduzca el acceso al crédito para emprendimientos de escala nuevos.  Asimismo, los Estados han fallado en extender el control del estado de bienestar mediante proyectos de fortalecimiento emprendedor, transferencias de crédito y fomento del empleo y sistemas de seguridad social y de educación para tecnificación de la mano de obra. El débil estado de los países latinoamericanos y el bajo gasto e inversión estatal ha resultado en pocos empleos, poca educación y malas condiciones sanitarias que redundan en incrementos del crimen en los grupos menos favorecidos de la población.

La desigualdad es un factor muy importante de la violencia, pero no es la única causa. Existen factores multidimensionales como la pobreza, la discriminación racial y la carencia de oportunidades para grupos vulnerables que también contribuyen a acentuar este problema y otros que aquejan al sur global. En el futuro, los gobiernos de la región deberán de afrontar las causas del crimen de forma integral buscando soluciones no solo a la discriminación económica, social y política sino mediante la implementación de políticas de bienestar que fomenten la creación de oportunidades, la igualdad y protección de grupos históricamente discriminados, la prevención de violencia y fortalecimiento de la justicia en alianza con el empresariado privado y las organizaciones de la sociedad civil.