En los últimos días, semanas y meses he visto a muchos amigos y conocidos que inspirados por el conservadurismo burkeano se han opuesto a los cambios que algunos hemos exigido. Ellos parecen creer y confiar en la experiencia de pasado y en la superveniencia de las tradiciones. Ha sido así que, entendieron como amenazas al status quo la solicitud de antejuicio contra Morales, las críticas que hicimos contra los diputados y ministros aliados con la impunidad y se opusieron a la solicitud de detener el gobierno actual y pedir la renuncia de Jimmy Morales, Jafeth Cabrera y la cancelación de su partido. Otros de ellos se han opuesto a estos cambios no por conservadores, sino por traidores y por proteger sus privilegios heredados o recientemente adquiridos.
Edmund Burke fue una de las mentes más ilustres del siglo dieciocho y su oposición a la Revolución Francesa es elocuente y comprendo los motivos por los cuales se opuso a la misma. No los apoyo y tampoco los justifico, pero comprendo su visión conservadora y aprendo de ella pues su visión explica que esa Revolución y drásticos cambios surgieron del resentimiento de una clase más pobre que desgarró el tejido social, substituyendo así la sabia gestión del progreso natural por una dictadura de los principios abstractos, segados de todo lo concreto histórico.
Las próximas semanas podrían ser el momento de nacimiento de una revolución guatemalteca y es necesario que estudiemos los efectos de la revolución francesa y cómo se equivocaron al hacer tabula rasa en vez de reconstruir la sociedad en un proceso mesurado y de cambios que sí podría gestarse desde una CICIG fortalecida y sólida. De Burke recordemos que enfatizó que la revolución puede ser necesaria, pero “solo para mantener y poner al día la tradición, cuyo orden ha sido probado por su resistencia en el tiempo.” Esto quiere decir que, cambiar el gobierno guatemalteco y pedir la renuncia de los congresistas que firmaron el Pacto de Impunidad podría ser viable, es necesario y requerirá de una consolidación democrática a través de una asamblea constituyente y de que se convoque a nuevas elecciones.
El Estado de Guatemala ha sido el fruto de una larga acumulación de experiencias y de reglas probadas por la experiencia histórica. Sabemos ya cuáles de estos sistemas de gobierno no funcionan. Pero requerimos construir un gobierno que combata las causas de esos sistemas de gobierno fallidos. Los problemas de Guatemala se encuentran en la falta de acceso a la alimentación, salud y educación digna para el 60% de la población que vive actualmente en la pobreza. Somos una pequeña clase de gobernantes quienes estamos destruyendo este país. Está en nosotros cambiar las reglas del juego y aprender de las experiencias pasadas para construir un nuevo gobierno.
La crisis política del Ejecutivo corrupto, un poder Legislativo que protega la impunidad y el subdesarrollo económico y social de Guatemala se deben a la existencia de una Constitución que no vela por el respeto de los derechos individuales.
Necesitamos una REFORMA CONSTITUCIONAL donde prevalezca el Derecho, se combata la corrupción con el apoyo de la CICIG y se fomente la economía de libre mercado.
Regresemos a discutir la creación de un sistema bicameral, la caducidad de la legislación, la reducción del número de diputados y la disminución en la discrecionalidad de los funcionarios.
Aspiremos todos a ser hombres y mujeres de Estado. Porque lo que nos distingue a nosotros de los políticos es que NO perdemos NUNCA de vista los principios y la ética. Al contrario, nos caracterizamos por SIEMPRE aplicar los principios a la política, atendiendo a las circunstancias, pero sin eludir la responsabilidad de actuar y cambiar, pues, de no hacerlo, sabemos que contribuiríamos a la irreparable ruina de nuestra querida Guatemala. Seamos nosotros actores del cambio y tengamos una Revolución Gloriosa.