Estamos a días de las elecciones generales y los sentimientos y emociones empiezan a confundirnos. Las campañas negras aparecerán y el morbo que genera la indecisión de repensar hasta el último minuto nos invade. No obstante, es en estos momentos cuando más objetividad debemos de tener.
La filósofa Ayn Rand, escribió mucho sobre la toma de decisiones racionales e irracionales. Criticó durante toda su vida que los hombres eligieran políticos corruptos e injustos y que, incluso, votáramos a favor de candidatos que explícitamente han dicho que no respetarán los derechos de los ciudadanos.
En las palabras de Rand, el derecho al voto es parte central de un sistema social libre, y su valor depende de la estructura constitucional que implemente y delimite estrictamente el poder de los votantes. En Guatemala, tenemos un sistema republicano de elecciones y tan importante como el voto que daremos a la papeleta de Presidente y Vicepresidente, será la elección que hagamos en las papeletas para Diputados.
En teoría, en Guatemala tenemos un sistema de gobierno representativo. Este gobierno se basa teóricamente en el principio de que el hombre es un ser racional y qué, como diría Rand, somos capaces de percibir los hechos de la realidad, evaluarlos, formar juicios racionales, tomar nuestras propias decisiones y asumir la responsabilidad de los mismos. En teoría, porque desafortunadamente durante las últimas elecciones los políticos que hemos elegido han mostrado ir en contra de nuestros intereses racionales.
Las elecciones que tendremos el domingo serán el instrumento mediante el cual los guatemaltecos elegiremos de nuevo representantes y los autorizaremos para que nos representen en el gobierno.
Votar es un derecho derivado de nuestra libertad de acción y de nuestro derecho a la vida. Rand explicaba que los niños no pueden votar porque aún no han adquirido los conocimientos necesarios para formarse un juicio racional sobre cuestiones políticas. ¿Por qué? Porque la posesión de una facultad racional no garantiza que un hombre la usará, solo que puede usarla y, por lo tanto, es responsable de sus acciones hasta que es capaz de evaluarlas en base a un código de ética propio.
Este domingo debemos votar objetivamente con las herramientas de la razón: hagamos un proceso de identificación e integración basado no en percepciones y opiniones sino analizando la evidencia de lo que cada candidato ofrece y es capaz de darnos. Votemos por quienes defienden nuestra libertad individual y nuestro derecho a ser felices, por quienes nos permitirán buscar nuestra felicidad libremente. Votemos por quienes respeten nuestra independencia y no busquen limitar nuestras acciones privadas ni busquen decirnos a quién podemos o no podemos amar. Votemos por quienes respeten a todos los individuos por igual y por quienes nos ofrezcan un gobierno que cumplirá con sus obligaciones constitucionales, incluyendo las obligaciones en temas de derechos sociales. Votemos por un gobierno que esté dispuesto a repensar el gobierno y que esté abierto a revisar nuestra Constitución para corregir las fallas que en la misma existen y para que podamos construir una república más limitada y basada en leyes abstractas y generales donde todos seamos libres de buscar la felicidad.