El racismo, una ideología aún arraigada en Guatemala

Featured

El racismo es una ideología sistémica y profundamente arraigada en el ser humano. Como una ideología, el racismo se puede observar en distintas sociedades e individuos y atraviesa a lo largo de grupos étnicos y económicos sin respetar fronteras ni colores de piel. Como práctica, el racismo es una actitud individual que, sumado a ideologías compartidas por un grupo de personas, ha tenido efectos nefastos en la vida de distintos grupos humanos al día de hoy.

Es fundamental reconocer que el racismo no es inherente a ningún grupo de personas o “razas” y que este es un aprendizaje aprendido y altamente influenciado por la cultura, la historia y los factores sociales de los individuos que rechazan la universalidad de la humanidad en busca de beneficios y privilegios mesquinos para un grupo específico de personas. La práctica del racismo debe ser por todos repudiada y requiere de esfuerzos colectivos para evidenciar a las personas que lo promuevan, refutar sus expresiones con evidencias y haciendo uso de los recursos legales que buscan acabar con el racismo en nuestros países. Es necesario demostrar, tal y como lo explica la ciencia, que los seres humanos somos todos universalmente iguales e indivualmente diferentes. Y que, por lo tanto, los esfuerzos realizados por los gobiernos para eliminar las brechas y diferencias creadas desde discursos racistas deben ser combatidas no solo por los gobiernos sino por los individuos de forma activa en todas las labores sociales y económicas que realizamos.

Guatemala es un país creado luego de un largo proceso de conquista europea que arrancó en el siglo XV. Nuestro país junto con el resto del continente americano fue escenario de la fuerza terriblemente destructiva que el racismo es capaz de crear a lo largo de generaciones y de prácticas repetidas de exclusión, discriminación, minimización y destrucción de los pueblos considerados “inferiores”, “infrahumanos” o “subhumanos”. La esclavitud, la servidumbre y otras formas de trabajo obligatorio surgieron de la ideología de los conquistadores que consideraron a los pueblos conquistados como tales durante siglos. Estas prácticas aún se observan en regiones del sur global a través de la subyugación y explotación de inmigrantes, trabajadores forzados y esclavos. Según el Índice Global de Esclavitud, publicado por Walk Free Foundation, estiman que hay más de 49.6 millones de personas bajo “esclavitud moderna” y son personas que han sido subhumanizadas por sus captores para realizar trabajos forzosos, ofrecer servidumbre por pago de deudas, son víctimas de la trata de personas y prostitución, entre otras formas de explotación.

De acuerdo con el índice de la gráfica anterior, Guatemala es uno de los países de América Latina con mayor presencia de esclavitud moderna y ocupa la posición #37 de entre los países del mundo. La información del Índice se elabora en base a entrevistas con sobrevivientes de la esclavitud moderna recopiladas a través de encuestas de hogares representativas a nivel nacional en 75 países y la evaluación de Walk Free sobre la vulnerabilidad a nivel nacional reflejando que aún existen inmensas retor por asegurar que en América Latina se combatan las prácticas de racismo y subhumanización heredadas de la historia colonial. Históricamente, estas prácticas han sido reforzadas por prácticas comerciales sin ética y han sido fortalecidas por ideologías irracionales de actores y líderes que desde sus áreas de influencia continúan intentando degradar a las culturas indígenas, deshumanización a los grupos que consideran inferiores (en especial los grupos étnicos africanos, aborígenes, indígenas y nativos americanos) y utilizar discursos de odio para referirse a estos grupos como infrahumanos o animales con derechos inferiores a los de ellos.

Los impactos del imperialismo impulsado por el deseo mercantilista de extracción de los recursos de la periferia jugó un papel fundamental en la propagación de ideologías racistas. Las potencias europeas, impulsadas por un sentido de superioridad, se embarcaron en una misión de conquistar y colonizar vastos territorios del sur global y consolidaron una percepción distorsionada de las jerarquías raciales que categorizaban a los pueblos indígenas como inferiores y, en algunos casos, infrahumanos. En la obra elaborada por Wilson Romero y Ana Patricia Orantes con el título “Estudio sobre racismo, discriminación y brechas de desigualdad en Guatemala” se analiza a profundidad cómo el racismo es no solo una ideología que ha tenido impactos sociales sino también profundos daños económicos y políticos para los pueblos indígenas excluidos. Al respecto, indican que en Guatemala,

” (…) las brechas que hoy se observan entre la población indígena y la mestiza/ladina no surgieron espontáneamente ni son el resultado del destino o de la casualidad, sino que tienen un origen histórico que desde la Colonia se ha proyectado y ha definido las estructuras económicas, sociales, políticas y la forma subordinada de inserción al mundo globalizado. La historia y las estructuras expresadas en los diferentes modelos de desarrollo han creado sus propias instituciones, formales e informales, y han reproducido
el racismo.”

Wilson Romero y Ana Patricia Orantes

Sobre el racismo hay cientos de películas y libros que nos permitirán entender los inmensos daños que esta ideología han tenido sobre la humanidad entera. Para el caso de Guatemala, la obra de autoras Marta Elena Casaús Arzú es un punto de partida necesario en la obra “Guatemala: linaje y racismo“, donde la autora estudia los fundamentos ideológicos de la clase dominante de Guatemala y cómo el racismo y la discriminación nos han permitido a algunos grupos beneficiarnos de una economía extractivista y mercantilista.

vía: Casaús, Marta Elena. El diagnóstico del racismo y la discriminación en Guatemala: Metodología cualitativa y participativa para la elaboración de una política pública. (Link al artículo en la imagen)

Eliminar con el discurso racista no será sencillo y debemos estar concientes que a pesar de la existencia de muchos instrumentos internacionales de derechos humanos que buscan legislar y eliminar el racismo debemos legislar en nuestros países las regulaciones necesarias para que las libertades políticas de una persona no pueden ser absolutas en vista del derecho igualmente fundamental a ser protegido contra la discriminación racial que garantiza el Artículo 41 de nuestra Constitución Política de la República de Guatemala y que, por lo tanto, no se puede permitir que se abuse de las libertades políticas para explotar, causar o iniciar prejuicios por motivos de raza, color, origen étnico o nacionalidad o con el propósito de tratar de ganarse la simpatía de un grupo de personas utilizando prejuicios raciales.

  1. Artículo 4. Libertad e igualdad. En Guatemala todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos. El hombre y la mujer, cualquiera que sea su estado civil, tienen iguales oportunidades y responsabilidades. Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra condición que menoscabe su dignidad. Los seres humanos deben guardar conducta fraternal entre sí. ↩︎

La soberanía en evolución y los gobiernos autoritarios en el mundo global

El término “soberanía” que a muchos les mencionaron en la secundaria o que quizás estudiaron en alguna carrera universitaria es muy distinto al término del mundo en que vivimos. La historia de este concepto se origina del término latino medieval “superus” que luego fue traducido por lso franceses como “souveraineté” y que se traduce como “poder supremo”. En este caso, el poder supremo o soberanía es aquella que recae en la autoridad de un estado para gobernarse por sí mismo sin la interferencia de terceros. Este término, que muchos usan y definen como si aún viviésemos en la Europa medieval ha dejado de ser tan “supremo” como algunos pretenden hacernos creer.

Uno de los principales grandes cambios de este concepto en constante evolución, radica en que la soberanía de corte medieval perdió su “poder supremo” ya que dejó de depender del poder que antaño tenían los reyes sobre el pueblo y se trasladó a los parlamentos y al pueblo en los gobiernos republicanos y democráticos. Así, esta definición de la soberanía que sirvió en el siglo XVII luego de la firma de la Paz de Westfalia, se mantuvo “suprema” por muy poco tiempo conforme las fronteras territoriales de la realeza cristiana se transformaron gracias a los crecientes flujos que consolidarían la globalización de una Europa que durante muchos siglos pasó aislada del resto del mundo. De esta manera, el crecimiento del comercio intercontinental, la creciente influencia cultural y religiosa de otros continentes y la divulgación de principios político-filosóficos que negaban el derecho divino de los reyes finalmente llegaron a Europa y, desde ahí, afectaron el futuro de principios como la soberanía derivada del latín medieval.

Con la expansión de Europa por América y Asia, el período colonial y postcolonial fue uno de los grandes momentos en los que la violación de la soberanía fue violada a niveles nunca antes vistos. Las potencias europeas de España, Portugal, Gran Bretaña y Francia invadieron y conquistaron colonias soberanas en África, Asia y América bajo la imposición de gobiernos títeres, la explotación y robo de recursos naturales y la destrucción de los sistemas locales de gobernanza de cada territorio y reino conquistados. De esta manera, durante más de 300 años y aún en el periódo postcolonial, el poder de los países europeos sobre sus antiguas colonias se evidencia y la soberanía de estos territorios es el resultado de una historia muy similar a la que tienen las víctimas del síndrome de Estocolmo.

Junto a estos poderes colonizadores europeos, la soberanía se vió doblemente transformada y diluida en el siglo XX primero con la llegada de Estados Unidos y la Unión Soviética al concierto de las potencias globales y el establecimiento de gobiernos títeres durante la Guerrra Fría que crearon los cimientos de dos de los imperios más poderosos y peligrosos que la historia humana ha conocido. En este proceso, la soberanía dejó de ser un poder que recaía en los gobiernos de los países títeres en Latinoamérica o Asia Central y se mantuvo controlada bajo los designios de los gobiernos que a su gusto ponían y derrocaban gobiernos militares o democráticos. En este mismo periódo, la soberanía sufrió enormes transformaciones debido al fortalecimiento de las relaciones comerciales entre los países y el surgimiento de las corporaciones globales. Como resultado de este proceso de capitalización de los países del sur global, la soberanía económica dejó de depender en gran medida de la capacidad de los estados para controlar sus monedas y economías y en algunos países fue controlada completamente por los intereses de una o varias multinacionales (tal fue el caso de varios países de Centroamérica durante los años dorados de la UFCO).

Ya en el siglo XXI, la soberanía como un concepto sigue definiendo aquel ideal medieval y muchos gustan de decir que “la soberanía recae en el pueblo” de aquellos países que dicen tener sistemas democráticos de gobierno. Sin embargo, esa soberanía popular es una ficción más que debido al poder que siguen manteniendo las potencias económicas y las grandes multinacionales se muestra como un peligroso ideal que moviliza a las masas con fines engañosos.

Si la historia nos ha demostrado algo, es que en el mundo interconectado en que vivimos, las acciones de los gobernantes de cada país y las acciones de sus ciudadanos tienen de soberana e independientes lo que tiene el estómago o un riñón del resto del cuerpo de un ser humano. Como un cuerpo único, los ciudadanos pertenecemos a una comunidad de naciones en cuyo interés principal se encuentra mantener la estabilidad del sistema económico capitalista en que vivimos, sin interrupciones y sin crímenes de guerra, conflictos armados o desequilibrios políticos significativos. Al respecto, cuando un país o varios deciden alterar este equilibrio, la soberanía, entendida no como en la definición medieval sino en una efinición contemporánea de “poder compartido de decisión de las partes sobre un todo”, se ve afectada cuando alguno de los actores señala que el derecho internacional, los derechos humanos, la economía internacional u otro se han visto alteradas por un tercero.

La soberanía es más que un concepto cáduco del período medieval, la soberanía es una herramienta que debemos de definir como un concepto en constante evolución no solo en sus poderes y alcances sino también en sus límites y extremos. En estas épocas, en que la “violación de la soberanía” es invocada caprichosamente por gobiernos corruptos, autoritarios o déspotas es importante que los ciudadanos educados cuestionemos los intereses de quienes invocan el concepto del “poder supremo de un estado para decidir sobre su propio destino”. Las épocas de estas decisiones quedaron ya en el pasado, muchos siglos atrás y en el actual mundo global en que vivimos no nos queda más que buscar navegar, agenciar y negociar dentro de este mundo de aparente equilibrio global.

La Influencia de Henry Kissinger: reflexiones para el s.XXI en Latinoamérica

Featured

Durante más de 20 años, el nombre y las ideas de Henry Kissinger han impactado mi vida y nuestro entorno con resultados que permanecerán vigentes durante décadas por venir. La influencia de Kissinger fue más que ideológica y sus análisis sirvieron de consejo para la toma de decisiones de los políticos estadounidenses y sus contrapartes en Latinoamérica y el resto del sur global.

A Kissinger lo conocí muy joven y lo leí a los 14 años en un libro que compré en la extinta librería del Fondo de Cultura Económica de México. Años después, en la licenciatura de Relaciones Internacionales, el nombre de Kissinger nos aparecía en la sopa cada semestre y era imposible no citarlo en ensayos y discusiones. Posteriormente, en mi transición hacia Europa, Kissinger no dejó de sonar en las discusiones en las Universidades de Leipzig y Copenhague, y su huella indeleble se mantuvo siempre presente en las discusiones que tuve sobre los impactos que el imperialismo estadounidense habían tenido en la conformación del sur global.

Kissinger fue uno de los principales asesores que recomendó a USA y permitió a Pinochet mantenerse en el poder luego de concretar el asesinato del gobierno democráticamente electo de Salvador Allende. Leer más de los archivos desclasfiicados del a CIA: https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB437/

Como resultado de esta política, la democracia artificial creada desde Estados Unidos sostuvo valores “occidentales” y alianzas estratégicas de dependencia económico-militar de USA y Europa y, por el otro lado, creó y protegió a una elite militar y empresarial que practicaba un capitalismo mercantilista que les aseguraba control político, social y económico sobre las fuerzas de producción y evitaba el surgimiento de una clase media educada y sana. En esta dinámica de relaciones capitalistas, Latinoamérica fue uno de los lugares más impactados por los consejos de Kissinger y otros expertos de su época como George Kennan, Zbigniew Brzezinski, Samuel P. Huntington y muchos otros realistas, políticos y empresarios. Por fortuna, estas ideas evitarían el efecto dominó luego de la llegada del totalitarismo popular que se hizo del poder en Cuba y que posteriormente lo haría en Venezuela y Nicaragua.

Kissinger en su visita a la China maoísta reformó el orden internacional. Su visita sirvió a USA para contrarrestar el poder soviético y complicar el avance de la estrategia del Kremlin. Paralelamente, USA buscó una distensión con Moscú, produciendo un conjunto histórico de acuerdos comerciales, de control de armas, de derechos humanos y de fomento de la confianza que ayudaron a limitar la carrera armamentista y hacer la Guerra Fría más manejable y predecible para los intereses calculados de Kissinger y Co.

Las ideas de Kissinger permitieron en el siglo XX crear un mundo donde USA demostró y expandió su poderío tras un discurso realpolitik de superioridad moral disfrazado de “democrático”, “liberal” y “capitalista” pero que se enfocaba en la conquista del poder y la victoria a toda costa contra los enemigos comunistas orientales (Rusia y China).

El autoritarismo clientelar que se fortaleció y esparció con redes de corrupción en Latinoamérica durante los últimos 40 años de estrategias kissingerianas es uno de los frutos de la estrategia de realpolitik estadounidense que, luego de que se les saliera del control, ahora se intenta reducir o controlar desde la Casa Blanca.

Pero lo pasado es pasado, y lo que nos queda ahora son los efectos de la escuela de Kissinger que permearon nuestra política hispanoamericana. La región sigue sumida en una lucha de intereses en los que USA continúa buscando equilibrar las dinámicas de poder contrarrestando la influencia del comunismo del siglo pasado. En este proceso, USA continúa apoyando el derrocamiento de gobiernos democráticamente electos en Bolivia, Perú y Honduras para dar algunos ejemplos. Mientras que, a la vez, lucha por proteger otros gobiernos democráticamente electos en países como Guatemala, Colombia o México, siempre y cuando, estos se plieguen a los intereses nacionales y la agenda central de:

  • lucha contra la inmmigración indocumentada,
  • combate a las drogas,
  • lucha contra el terrorismo y
  • bloqueo latinoamericano al ingreso de intereses y capital económico ruso-chino.

En este proceso, hispanoamérica aún tiene mucho que aprender para consolidar verdaderos sistemas democráticos donde los votantes tengan la voz principal y no se viva dependiendo de los contubernios políticos (el famoso estado paralelo) donde autoritariamente manda una pequeña elite política-empresarial creada el siglo pasado. A este inmenso reto, se suma la necesidad de crear e integrar un verdadero sentido de democracia participativa donde todos los pobladores de los países (en especial pueblos indígenas) tengan una voz y representación en la creación de los estados democráticos en los que viven.

Sin duda, en este proceso tan influenciado por el intervencionismo kissingeriano que aún domina desde USA, nos queda aún un largo recorrido para que hispanoamérica sea capaz de administrar sus gobiernos de forma soberanal, activa e independientemente participando en la arena global y fortaleciendo en instituciones sólidas la separación de poderes del estado. La gran meta: consolidar democracias ideológicamente sólidas e inclusivas donde se concreten planes de gobierno consensuados, pragmáticos y académicos que para muchos académicos más pesimistas (o realistas) es una meta muy lejana y romántica.

Pero este proceso no será sencillo de lograr y Estados Unidos es y seguirá siendo un imperio económico y político que domina Latinoamérica según sean los intereses de una política exterior de longue durée en referencia al concepto braudeliano.

El intervencionismo que Kissinger y Co. fomentaron sigue estando vigente hoy. El apoyo del país del norte a los regímenes autoritarios continuará ocurriendo cuando el fantasma del comunismo vuelva a aparecer en las elecciones de nuevos gobiernos y se necesitará que seamos más los votantes y analistas políticos que recordemos los impactos (a veces positivos y mayormente negativos) que este intervencionismo ha tenido en nuestra historia postcolonial.

El sistema democrático en Guatemala y muchos otros países de Latinoamérica están hoy más débiles que nunca.

Hacia el siglo XXI se presentan nuevos retos heredados de Kissinger y Co. y en países como Guatemala es urgente que prestemos atención a los siguientes puntos,

  • El fortalecimiento de la organización política y social de los pueblos indígenas que reclama un espacio en la política y toma de decisiones surge como una exigencia cada vez más fuerte. El rechazo a la apertura ante estos reclamos de parte de la elite mestiza gobernante ha forzado a que estos movimientos se radicalicen y se exija no solo la inclusión política de estos pueblos sino la refundación de los estados tal y como ocurrió en Bolivia y parcipalmente en Perú.
  • La creciente desigualdad económica fomenta la organización más sólida de los grupos excluidos. ESta desigualdad es a la vez un reflejo de la exclusión política de la mayoría de la población y su organización exige romper con el sistema de autoritarismo clientelar creado desde el siglo pasado. El populismo autoritario neoliberal surge como una amenaza tal y como ocurrió en El Salvador de Bukele y recientemente con la Argentina de Milei.
  • La corrupción del estado clientelar creado bajo el auspicio de la visión Kissingeriana desde USA para sostener gobiernos autoritarios está pasando la factura y el estado de bienestar en hispanoamérica se cae a pedazos sin hospitales ni escuelas públicas dignas. La estrategia de USA a través de las ONGs para crear fuentes de inversión y trabajo se ha quedado corta y ha fallado. Como resultado, la migración de trabajadores hacia USA y Canadá seguirá en ascenso.

Kissinger falleció el 29 de noviembre de 2023 y el legado que dejaron y que seguirán teniendo sus ideas seguirán vivas por muchos años más. Nos queda una larga tarea por aprender de estas lecciones y construir países más sólidos y democráticos, poblaciones más inclusivas y equilibradas, economías más competitivas y globales.

Finalmente, Como Kissinger dijo en su libro de memorias

“No siempre podemos asegurar el futuro de nuestros amigos; Tenemos más posibilidades de asegurar nuestro futuro si recordamos quiénes son nuestros amigos.”

White House Years

El Poder de la Palabra en el Análisis Crítico del Discurso: Ideologías, Identidades y Transformaciones Sociales

Featured
Shylock después del juicio, una ilustración para El mercader de Venecia. Ejemplo de un estereotipos discursivo con el que se ha representando al pueblo judío

Uno de los versículos bíblicos más atingentes a comprender el poderoso rol de la palabra sobre la acción humana es Proverbios, 18:21 que lee “Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto”. De las palabras hechas verbo se ha construido el lenguaje que ha permitido configurar ideologías e identidades de poder social en las cuales surge la teoría del Análisis Crítico del Discurso (ACD, por sus siglas) sobre el cual Ruth Wodak y Michael Meyer presentan el libro “Métodos de análisis crítico del discurso”. El ACD se origina en el trabajo de lingüistas que exploraron la relación existente entre el lenguaje, el poder y las estructuras sociales que parten del reconocimiento del poder de la palabra para modificar el comportamiento de uno o varios individuos. En el lenguaje que se utiliza según indican los autores, se esconden estructuras de poder e ideologías de los sujetos actuantes que actúan siempre bajo una ideología y dentro de dinámicas de poder incrustadas en el discurso. Así, la acción dentro del contexto social en el que se interactúa tendrá una contribución que formará una sociedad, sus normas, las conductas y las legislaciones. A la vez, también el lenguaje y la ideología detrás de este tendrá un poder sobre la no creación o prohibición dentro de una sociedad de aquellas ideas y conceptos no compartidos por una ideología o por los sujetos que detenten el poder. Según Wodak y Meyer el lenguaje es un eje central del estudio del ACD y cita a Habermas exponiendo que el lenguaje “es también un medio de dominación y una fuerza social. Sirve para legitimar las relaciones del poder organizado, En la medida en que las legitimaciones de las relaciones de poder, r, .. ] no estén articuladas, [ … ] el lenguaje es  también ideológico” (Habermas, 1977, pág. 259).  En este proceso de acción del lenguaje, el discurso involucra la participación de diversos actores y también de diversas disciplinas que interactúan para la conducción de un discurso específico que es utilizado por los actores para dominar y dividir a la sociedad en grupos.

Junto con el lenguaje hablado, la palabra escrita es también uno de los principales motores de la acción y Wodak y Meyer explican que los textos escritos son también un medio fundamental para la construcción y crecimiento de las ideologías e ideas dentro de una sociedad y para que, los actores en el poder continúen su dominación sobre los otros. Los textos son una herramienta que según Wodak y Meyer ha permitido a los humanos moldear sus ideologías y relaciones de poder de acuerdo con las dimensiones históricas detrás de las cuales eventos han pasado para pueblos que comparten los mismos idiomas y que incluso llegan, gracias al idioma, a distinguirse entre ellos mismos de los otros. De esta manera, el idioma fue la causa principal por la cual las actuales naciones en Europa se establecieron y no debido a la geografía o las migraciones a las que muchos pueblos se vieron forzados. El idioma de un pueblo funcionó para estructurar y construir las identidades sociales y como explican Wodak y Meyer, la etnicidad, el género y la nacionalidad de un pueblo constituyeron pueblos y marginaron a otros pueblos. Así, las relaciones de poder dentro de estas sociedades permitieron constituir una historia común para algunos miembros de los grupos.

El análisis del ACD permite estudiar las estrategias que actualmente utilizan los políticos para manipular la opinión pública, construir narrativas y legitimar sus acciones. Es en este estudio de los actores y de sus discursos que una compleja ideología y prácticas lingüísticas permiten propagar y popularizar ideas a través del lenguaje. Por lo cual, el continúo estudio de las teorías del discurso, permitirán al estudioso comprender cómo la evolución de las tecnologías de la comunicación influencia el discurso en la opinión pública y estructuran la formulación de nuevas políticas y dinámicas sociales en el siglo XXI. Asimismo, el estudio del ACD es una herramienta que permite a las personas comprender los mensajes ocultos detrás de los discursos políticos, exponer el racismo y las desigualdades y comprender las formas enmarañadas en que el lenguaje que utilizan las personas en el poder puede llegar incluso a cambiar la forma de nuestro mundo en pro de la vida o de la muerte.

Una larga historia de Escuadrones de la Muerte en Guatemala

No hace mucho tiempo en Guatemala se vivía con temor a salir a la calle y nunca regresar. Las desapariciones eran realizadas con las venia del Gobierno para eliminar a sus opositores y regresar a esas épocas es algo que debemos impedir. La primera acción a hacer para no cometer los mismos errores del pasado es recordar.

El ejército guatemalteco mantuvo registros detallados de las operaciones de su escuadrón de la muerte (ver links más adelante), según ha sido documentado por grupos de derechos humanos e informes de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Entre los registros que ahora tenemos, revelan el destino que dio el ejército a decenas de ciudadanos guatemaltecos que fueron “desaparecidos” por las fuerzas de seguridad a mediados de los años ochenta. En las bibliotecas digitales tenemos ya los reportes de fotografías y cientos de víctimas y referencias codificadas de la manera en que fueron realizadas sus ejecuciones sumarias. La fuente central de la información llega a nosotros de un documento de 54 páginas que fue sacado de contrabando de los archivos de inteligencia del ejército guatemalteco y entregado a los defensores de los derechos humanos en los años 90s, solo dos días antes de que una comisión de la verdad patrocinada por la ONU publicara su informe sobre la sangrienta Guerra Civil de 36 años del país.

El libro de registro cubre la actividad de los escuadrones de la muerte de las unidades de inteligencia guatemaltecas durante un período de 18 meses entre agosto de 1983 y marzo de 1985. Un extracto de dos páginas aparece en la edición de junio de 1999 de Harper’s Magazine. Según explicaban en una nota de prensa de la época y en el mismo artículo explicaban que,

“Este escalofriante documento es el equivalente del escuadrón de la muerte de un informe anual de productividad, una cuenta del interior de los archivos secretos de la máquina de matar de Guatemala”, dijo Kate Doyle, analista de la política de Estados Unidos en América Latina y directora del Proyecto de Guatemala en Seguridad Nacional.  “Es absolutamente único: un raro atisbo de asesinato político organizado desde la perspectiva de los perpetradores que lo cometieron”.

A lo largo de la guerra, el ejército guatemalteco utilizó el secuestro, la tortura y el asesinato en su campaña de contrainsurgencia contra la izquierda guatemalteca. Para cuando el gobierno y las guerrillas firmaron el Acuerdo de Paz en 1996, unas 200,000 personas habían muerto y más de 40,000 “desaparecidos” que probablemente fueron asesinados y lanzados a fosas o incinerados; de este número de muertos y desaparecidos, al menos un 93% estuvo en manos de las fuerzas de seguridad guatemaltecas tanto oficiales como extraoficiales, según explica el libro publicado por el difunto Monseñor Gerardi “Guatemala: Memoria del silencio”, del Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico.

Exhumación en San Juan Comalapa, Guatemala

Luego de la publicación de estos informes se solicitó en los años 90s que el gobierno de Guatemala investigase los delitos detallados en el documento, e identificara y enjuiciara a los responsables. También pidieron al entonces Presidente Álvaro Arzú que tomara medidas inmediatas para proteger los archivos de los servicios militares y de inteligencia para evitar la destrucción de otras pruebas críticas que pudiesen existir sobre los delitos contra los derechos humanos. Ambas acciones nunca fueron realizadas y muchos desaparecidos en los años 80s siguen sin Justicia.

Hoy, los guatemaltecos estamos enfrentando acusaciones de un escuadrón de la muerte organizado desde el gobierno 20 años después de los escuadrones del ejército durante el conflicto armado. Los contextos son distintos pero los resultados son los mismos: violación de los derechos humanos de los guatemaltecos por personas con el apoyo del Gobierno de turno. 

No debemos subestimar la frustración en Latinoamérica con la creciente Corrupción y no debemos subestimar la tolerancia actual a las soluciones tiránicas de gobiernos de “mano  dura” que prometen soluciones enérgicas para problemas intratables. Aprendamos de los errores de nuestra historia que estas acciones solamente sirven para destruir nuestro tejido social y violar los derechos humanos de todos nosotros.

Los gobiernos autoritarios nos han ofrecido intercambiar nuestras libertades individuales y el Estado de Derecho por una mayor seguridad personal y social. La verdad es que esto ha sido un gran engaño y nos han dañado por generaciones. Cuando un gobierno declara que es aceptable matar a sus ciudadanos sin el debido proceso o, en realidad, cualquier proceso, la indignación debió y debería de ser inmediata y clara; sin embargo, en Guatemala por muchas ocasiones nos hemos quedado mudos. La historia de Guatemala ha estado plagada por la violencia política y con el tiempo se ha transformado en violencia de clase. A pesar de la mayoría de los gobiernos formalmente democráticos, el “legado del autoritarismo” persiste y la presencia de “actores armados” prevalece como resultado de una larga historia de violencia. La violencia experimentada en nuestro país ha provocado una erosión del capital social y nos ha sumido en desconfianza social, falta de unidad y miedo. Aún estamos a tiempo de cambiar de rumbo.