La protección social universal como vehículo al desarrollo de Guatemala e Iberoamérica

Hablar de políticas de protección social en Iberoamérica invita inmediatamente al lector a tomar una postura paternalista o liberal respecto a quién debe cubrir qué, por qué y para quién. Partiendo de estas tesis y antítesis, las discusiones sobre los resultados de las políticas de protección social son siempre criticadas de forma aislada. Por ejemplo, en Guatemala no se suele escuchar discusiones sobre los impactos que el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, sostenido por impuestos a empleados y empleadores formales, está teniendo en la calidad de vida del resto de personas que son excluidas de participar en este beneficio. Hablar de universalidad en los servicios de seguridad social en el país rápidamente se convierte en una discusión sobre si tienes una filosofía paternalista extractivista o una filosofía liberal individualista. Encontrar puntos medios es difícil o imposible y casi siempre termina la gente peleando. Leer el Informe de desarrollo humano 2021 – Atrapados: alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina me llevo a meditar sobre la eficacia de las políticas de protección social y los análisis comparativos que contrastan distintos experimentos regulatorios e institucionales en Iberoamérica con el objetivo de presentar propuestas de futuras públicas con mayores posibilidades de reducir las desigualdades en y entre los países de la región y acelerar el crecimiento.

El informe demuestra la existencia de una correlación entre la protección social universal como un mecanismo para acelerar el crecimiento de la productividad de los países al igualar las condiciones de acceso a servicios para la población que trabaja tanto en el mercado formal como en el mercado informal. Y que, además, permite a los empleados contar con un sistema de servicios más eficiente y que le permite en el largo plazo asegurar su crecimiento dado que sus necesidades básicas de protección social estarán cubiertas por un sistema universal. Esta universalidad de la protección social deberá tener como objetivo proteger, según explica el informe, a: “i) toda la población expuesta a un riesgo determinado cubierta por el mismo programa; ii) la misma fuente de financiación para cada programa; y iii) beneficios en especie de la misma calidad para todos.” En estas condiciones de cobertura universal, los países iberoamericanos tendrán herramientas potentes para que desde el gobierno se fortalezca el capital humano y se mejore la productividad a la vez que se genera resiliencia social, económica y ambiental ante futuras amenazas sociales.

En el capítulo sobre la protección social, el informe de desarrollo humano 2021 compara la gran diversidad de políticas de seguridad social que se han implementado por motivos históricos, políticos y económicos que han respondido a la visión de las sociedades y el rol del gobierno en la intervención de la vida de sus ciudadanos. Así, el informe no pretende comparar a los países, pero sí demostrar cómo unos sistemas han sido más veloces y eficientes que otros para alcanzar sus metas y quedarse cortos en alcanzar los objetivos utópicos por los que fueron creados dado que ninguno de los sistemas ha logrado asegurar un ciento por ciento de la protección social de sus ciudadanos. Lo anterior que tampoco ha sido logrado incluso en los países más desarrollados y que, en aquellos países donde existe cobertura “universal”, todavía se observa un sistema discriminatorio y desigual con respecto a los inmigrantes indocumentados, refugiados políticos, entre otros grupos poblacionales. Las iniciativas vinculadas al universalismo constituyen otra forma de aproximarse a la idea de protección social que fundamentalmente responde al concepto mismo que pretende integrar unas medidas sociales orientadas a construir sociedades más justas, inclusivas y que garanticen niveles mínimos de vida para todos.

En Guatemala y el resto de Iberoamérica esta perspectiva de creación de niveles de protección no se ha basado en un sistema de prestaciones y transferencias universales que buscan crear un sistema de acceso y consumo adecuados de alimentos, salud, educación y otros cuidados para toda la población, sino que se han creado sistemas de seguridad social contributiva (SSC) y sistemas de seguridad social no contributiva (SSNC) que se han alejado de los principios de beneficio para todos. Al respecto, el informe de desarrollo humano 2021, detalla cómo en distintos países de Iberoamérica desde los años 30s y 40s se buscó primero crear un sistema de combinación de programas de seguridad social enfocado en proteger y beneficiar a los trabajadores de empresas formales y ofrecer regulaciones de protección de los salarios mínimos, acceso a la salud y la estabilidad laboral. Lo anterior, afectando al resto de la población que no participaba de la economía laboralmente activa y la dejaba a la deriva.

Este sistema popularizado en la región durante el resto del siglo XX resultó en la creación de un sistema social de dependencia de la población obligada a ser trabajadora en relación de dependencia en sistemas escalonados de beneficios por los salarios que recibían. Asimismo, esta dependencia del sistema se fortaleció con el control monetario que las empresas continúan manteniendo en los sistemas de seguridad social en los cuales son las empresas las que financian los sistemas sociales en proporción a los sueldos que pagan a sus empleados.  Particularmente relevante es el caso de Guatemala donde la Junta Directiva del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) cuenta votos muy poderosos para representantes de las asociaciones o sindicatos patronales. Votos que han utilizado desde los últimos lustros para promover una reforma aún más limitada y concreta respecto a los servicios sociales que se prestan mediante la facilitación para que las empresas privadas puedan elegir el acceso a otros servicios sociales privatizados. Tales servicios según proponen, son seguros opcionales facultativos y pensiones complementarias que serían contratados con empresas privadas, acceso complementario al IGSS de empleados contratados por tiempo parcial y modificaciones al modelo de gobernanza que obliguen al Estado a cumplir con el pago de las prestaciones que adeuda a la entidad. Así, las propuestas en Guatemala de prestación de servicio social continúan alejándose de la universalidad del acceso a los servicios de protección social en salud y, en su lugar, promueven sistemas más limitados de acceso y escalonados que según los estudios comentados por el Informe de Desarrollo Humano tienen un efecto contrariamente negativo en la promoción de un desarrollo sostenible y la reducción de las desigualdades en los países.

Al respecto, esfuerzos internacionales para universalizar el acceso a la protección social continúan avanzando. En la 51ª Sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (UNHRC) del 20 de septiembre de 2022, se presentó el informe del Grupo de Trabajo sobre el Derecho al Desarrollo. Este informe presentó las recomendaciones relacionadas con el proyecto de creación de una Convención o Tratado que sería jurídicamente vinculante para asegurar el Derecho al Desarrollo de los países miembros de la ONU. Actualmente, la meta es que en la sesión del Consejo de Derechos Humanos de 2023 que se realizó la semana pasada empezó a trabajar en avanzar las propuestas de este tratado internacional y buscar la creación de consensos al respecto.

La situación actual en Iberoamérica requiere de la protección del derecho al desarrollo y el acceso universal a los medios de protección social a nivel interno. Pero también, a nivel externo en el concierto de naciones que deben fomentar el desarrollo y la cooperación entre las naciones para reducir las brechas de protección social que existen hoy en día en el norte global. Esto permitirá reducir las desigualdades estructurales del sistema internacional que actualmente son preservadas por el orden hegemónico neoliberal que ha reducido los controles institucionales para ofrecer acceso a servicios sociales y aumentado las desigualdades en y entre los países ya que los países que controlan los capitales financieros y los activos físicos globales construyeron sus riquezas en gran medida gracias a los mercados no regulados del siglo XX que les han permitido el poder político y se benefician ampliamente de la desprotección de los empleados formales e informales. Tal reciprocidad —entre el aumento de la riqueza de unos pocos correspondiente al empobrecimiento de tantos— refleja el núcleo del actual modelo de desarrollo explotador en el mundo que continúa excluyendo a una amplia variedad de trabajadores, desempleados, jubilados y niños y niñas que solamente a través de la universalidad de la protección social podrán abrir un nuevo camino para salir del círculo vicioso de la baja o inexistente calidad de servicios sociales e incrementar la voluntad de empresarios y trabajadores por contribuir al pago de impuestos.

Una visión estructuralista a los problemas del desarrollo en América Latina

Los motivos por los cuales la periferia latinoamericana no logra alcanzar a la misma velocidad el desarrollo de los países del centro fueron parte de las discusiones que académicos y economistas estructuralistas como Raúl Prebish buscaron entender y estudiar durante muchas décadas hasta bien entrados en el siglo XXI.  Prebish no solo fue un importante economista latinoamericanista. Además, fue uno de los líderes de cambios políticos e institucionales en la región a través de su activa participación en organismos internacionales que buscaban acelerar el desarrollo latinoamericano.

En las obras de Prebish se presentó siempre un pensamiento que confrontó la historia económica y teorías del centro con sus impactos directos en la periferia con un especial énfasis en Latinoamérica. Prebish buscó el aprendizaje de la historia para evitar se cometiesen los mismos errores del proceso de la industrialización cometidos en los países del centro. Al respecto, con elocuente claridad explicó por ejemplo que, “en América Latina están tratando de desarrollar a un lado de la frontera las mismas industrias que en el otro. Ello disminuye la eficiencia productora y conspira contra la consecución del fin social que se persigue.” Sobre la cita anterior, muchos casos de estrategias de políticos oportunistas podríamos que llegaron a las presidencias latinoamericanas. Por mucho tiempo, la clase política y académicos como Prebish, mantuvieron una amplia correspondencia, pero algo impidió la verdadera innovación y reinvención de Latinoamérica. Al respecto, de este y otros ejemplos, mucho podría discutirse respecto a la sociología de las elites latinoamericanas y su arraigado temor por el cambio y la innovación que, finalmente, ha mantenido a los países en el letargo económico en beneficio de pequeños grupos privilegiados en la cúspide social.

Al estudio del rol político y socioeconómico del control por las elites de Latinoamérica se sumaron aspectos que interesaron a Prebish y lo llevaron a realizar análisis de la importancia del balance de pagos de los países latinoamericanos como países netamente importadores de productos terminados y exportadores de productos primarios. En Latinoamérica, existía un fuerte desbalance en la balanza de pagos internacional que, con la llegada de los ciclos económicos, incrementaba la falta de capital circulante, el acelerado encarecimiento de los productos y la resultante crecida inflacionaria que los gobiernos de la región eran incapaces de controlar. Como resultado, el endeudamiento de los países latinoamericanos solamente incrementaba y alargaba la crisis de los ciclos económicos que en Estados Unidos y Europa controlaban de una mejor manera.

Prebish fue un proponente de la industrialización de los países y explicaba que, aunque no era un fin en sí misma, la industrialización era el único medio del que disponían los países latinoamericanos par captar una parte del progreso técnico y elevar progresivamente el nivel de vida de la población. El reto para América Latina radicaba en el poder de cambio e innovación que cada país tuviese y su potencial de atraer inversiones extranjeras que alimentaran el capital ahorrado nacional para el surgimiento de nuevas y diversas industrias. Desafortunadamente según explica Prebish, para implementar procesos de larga duración de industrialización existen muchos retos en América Latina tanto de conocimientos como de su correcta interpretación técnica.

Cada país en la periferia cuenta con potencialidades para industrializar sus procesos técnicos, pero según Prebish observó, ha sido imposible tan siquiera abordar en común los problemas regionales sin que, en el proceso, se logre evitar hacer comparaciones con las publicaciones y teorías de los centros de la economía mundial que impiden comprender las peculiaridades de Latinoamérica. Y peor aún se pretende encontrar soluciones en esas teorías del centro de la economía que no son las más efectivas para la periferia. Prebisch criticó en este tema el pilar del ideal liberal que afirma que “cada país debe especializarse según sus ventajas comparativas.” Y, al respecto, explicó que la implementación de estos ideales de los países del centro solo serviría para condenar a los países en desarrollo a perpetuarse en condiciones de pobreza y atraso. Ya que, al igual que ocurrió en Estados Unidos, su proceso “estadounidense” de industrialización no fue más que una copia del europea.

Importante para Prebish fue recalcar que la industrialización en América Latina también podía surgir y ser liderada por la misma producción primaria como ocurrió en el caso de Europa y Estados Unidos; y que esto permitiría enfocar sus capitales en industrias secundarias y terciarias.  Al respecto, las políticas de mecanización y tecnificación de la agricultura debieron de haber jugado un rol mayor del que se ha observado en las últimas décadas en América Latina. Las razones detrás de este poco y en ocasiones nulo apoyo desde los gobiernos centrales al surgimiento de riqueza técnica e industrialización en el campo agrícola se vio aún más visible en países de América Latina con una alta población indígena dedicada a la agricultura. Al respecto, ha sido una política de estado evitar el surgimiento de nuevas elites económicas cuando estas no dependan de la participación de las elites gobernantes en esos países donde la exclusión de los pueblos indígenas del gobierno se ha mantenido desde el período colonial.

Pero invertir en la industrialización de un país requiere de capital y de incrementar la exportación de bienes primarios. Al respecto, Prebish indica que “en la mayor parte de los países latinoamericanos el ahorro espontáneo es insuficiente para cubrir sus necesidades más urgentes de capital.” Por lo que elevar el nivel de ingresos de las masas ocurrirá solo mediante una fuerte inversión de capital por el estado y capitales privados en la creación de empleos, de infraestructura hacia todas las regiones y de una aptitud de tecnócratas capaz de administrarla y acrecentarla. Más aún, durante el período colonial, indica Prebish que América Latina creció ya una vez empujada por los ingresos del centro que buscaban la compra de industrias primarias y que, es muy posible, que esto volviese a ocurrir incrementando la gran brecha de riqueza entre los países del centro y la periferia si no se implementaban acciones de industrialización de forma acelerada.

Las lecciones de la historia económica según Prebish explicaba sobre el funcionamiento del orden mundial continuaban dependiendo de visiones que continúan sirviendo y atendiendo a los países del centro. Al respecto, la tarea de Latinoamérica era rebelarse contra esas estrategias que no eran viables en la periférica sino para seguir manteniendo la sumisión del continente a las economías del centro. Para transformar esta realidad, se debería de alcanzar una relación de simetría económica que no esté subordinada a los intereses de los países del centro. Cambios como este se pueden observar en el surgimiento en el siglo XXI de la industria terciaria de los servicios de la industria de contratación de actividades y funciones comerciales a un proveedor externo, también conocidas como BPO y Call Center, donde existe una inmensa oportunidad de exportar e importar capitales con una simetría de negociación y de transformación de los esquemas de poder de las elites locales que durante décadas disfrutaron de los capitales que llegaban solo a ellos como premio por esa sumisión a los países del centro.

El Desarrollo y sus alternativas en América Latina

Los países del sur global han sido el escenario de experimentación para la implementación de políticas de desarrollo dirigidas desde una visión eurocéntrica sobre qué y cómo se implementaría el desarrollo sostenible. El desarrollo, entendido como un modelo a ser replicado en todos los países del sur, predominó en los discursos y propuestas internacionales y en su seno se presentaba el éxito de implementar la economía del desarrollo como el objetivo principal.

La propuesta se centraba en crear los mecanismos de largo plazo para asegurar el crecimiento económico y eliminar la pobreza de las poblaciones. Sin embargo, la crítica a estas propuestas, que no solían incluir en la discusión a actores de las ciencias sociales y biológicas, pronto abrió las puertas a un debate más amplio y enriquecido con datos, experimentos y hechos irrefutables que las ciencias naturales nos ofrecieron para la toma de decisiones sociales, políticas y económicas.

La imposibilidad de un desarrollo infinito en términos ecológicos, el impacto climático por y en el desarrollo, la necesidad de la inclusión social y la participación de actores discriminados en la toma de decisiones, entre otros factores, se sumaban a que el desarrollo económico que se proponía partía de una visión etnocéntrica que no tomaban en cuenta a las poblaciones indígenas, la mujer y las particularidades geográficas, culturales e históricas de las regiones del sur global que eran discriminadas de esta discusión.

Los impactos que las teorías del desarrollo económico tuvieron a lo largo de distintas épocas en América Latina fue muy variado y se enriqueció con propuestas nacidas en la región para integrar aspectos culturales de las cosmovisiones locales latinoamericanas a las que se sumaron visiones desde disciplinas científicas como la ecología o visiones sociales desde el feminismo e indigenismo. Asimismo, América Latina también participó de estas teorías al cuestionar con puntos de vista externos a la visión de desarrollo que los economistas buscaban recetarse y recetarnos para hacer del sur global la fuente de medios de producción y de mano de obra de un desarrollo que beneficiaba principalmente a las economías del norte.

Desde el siglo pasado, el proceso de búsqueda del desarrollo económico hizo que en América Latina el desarrollo se convirtiera en un sueño y, a la vez, algo a ser rebatido e incluso denunciado. Desde distintas ideologías y escuelas de pensamiento, activistas y políticos buscaron y continúan rebuscando críticas al desarrollo de países latinoamericanos moviéndose entre ideologías y puntos de vista extremos. En este proceso, América Latina ha sido la región donde se han creado formas únicas de implementación del desarrollo sostenible que apoyan el establecimiento de un Estado sólido que decida sobre los programas de desarrollo pero que, a su vez, fomenta el desarrollo de un capitalismo local competitivo y exportador en beneficio de una elite económica o étnica.

A esto se suma que, sin importar las ideologías reinantes, Latinoamérica ha pasado por un proceso de explotación de los recursos naturales con miras de acelerar el proceso del desarrollo justificando los impactos medioambientales de las industrias con el acelerado proceso de tecnología y la creación de riqueza que ha reducido velozmente la desigualdad económica de la región en el siglo XXI.

Dentro de este proceso, el siglo XXI ha visto un resurgimiento del populismo económico de economía mixta donde, El Estado nacionaliza algunas industrias extractivas y reinvierte las ganancias en el desarrollo socioeconómico mientras que, a su vez, el Estado fortalece las instituciones que protegen a la elite capitalista para crear una industria exportadora que acelere el crecimiento económico y salarial. Como respuesta, muchos de los movimientos ecológicos y ambientalistas no han tenido el impacto en la legislación y gobierno como sí lo han tenido en países del norte global dado que el discurso ambientalista de muchos de estos movimientos continúa siendo poco popular entre las clases medias y pobres dado que su objetivo central se enfocaba en detener el desarrollo económico ante la acelerada escasez de recursos naturales y el impacto medioambiental que la industria tenía acelerando el cambio climático de origen antropogénico.

Sobre esa visión anti desarrollista que surgió en el norte global e impactaría con menor medida en América Latina, el analista uruguayo Eduardo Gudynas presentó una lectura sistémica de esta situación a la que identifica como la “ideología del progreso”. Sobre esta ideología, Gudynas explica que en América Latina su impacto en la política y economía de la región ha pesado desde los años 90s con mayor medida debido al surgimiento de pensamientos más extremos del neoliberalismo y el conservadurismo, al igual que con sus opuestos entre políticos izquierdistas y estatistas. Esta ideología, apegada a lo “irracional y emotivo” tuvo un fuerte impacto en la agenda ambientalista de la región debido al enorme poder que desde los años 1960, los líderes neoliberales promovieron un progresismo veloz que rechazaba los impactos medioambientales del progreso y que no asignaba un rol protagónico a los actores subordinados (campesinos, indígenas, pobres rurales y urbanos, mujeres, niños, entre otras poblaciones).

Como respuesta a esta idea del progreso acelerado, que ignora la escasez de los recursos y el impacto ambiental del desarrollo, surgiría un movimiento “posdesarrollista” que abordaba el desarrollo desde una perspectiva que cuestionaba las instituciones del Estado y las prácticas de sus políticos. En América Latina, se empezó a cuestionar el éxito o fracaso de los objetivos del desarrollo ante una región que vivía en la pobreza aún y a pesar de que el resto de países del norte alcanzaba los ODS, cuestionaba los programas de ayuda y su lento avance para reducir las brechas socioeconómicas, criticaba las acciones de planificación a través de organizaciones internacionales y bancos globales para endeudar a la región sin que se invirtiera en un desarrollo sostenible y cuestionaba la misma institucionalidad creada desde el norte y sin haber tomado en cuenta la participación de los pueblos originarios en la creación de las leyes y constituciones de cada país.

El debate latinoamericano actual de la búsqueda del desarrollo se centra en la implementación de “alternativas al desarrollo” que permitirían reenfocar la discusión de las políticas públicas e institucionales en la creación de nuevos marcos conceptuales y de nuevos ordenamientos sociales, económicos y políticos que anteriormente se definían simplemente como desarrollo.

El posdesarrollo en Latinoamérica se presenta como una visión a las racionalidades de los pueblos originarios, su idea del progreso y sus propias ideologías que, mezcladas con el izquierdismo o el capitalismo del norte global son la fuente de soluciones a los problemas locales y de cada país. Esto es a su vez, una respuesta a la modernidad misma que, desde una visión universalista del norte global, conseguía presentar una visión lineal del progreso. Así, indica Gudynas en su ensayo, el posdesarrollo surge como respuesta a visiones de políticos y presidentes como los izquierdistas Rafael Correa y Alan García, que creían que la tarea del progreso en América Latina era “civilizar” tanto a los “salvajes” como a las áreas silvestres y calificaban a los indígenas de sus países como “atrasados” que impiden el desarrollo”.  Junto a ellos y de manera semejante, muchos otros políticos con ideologías tanto de izquierda o derecha veían y siguen viendo el desarrollo como algo ajeno de la agencia de los pueblos originarios y de las sociedades mestizas latinoamericanas.

Ante las alternativas al desarrollo y los recientes acontecimientos sociopolíticos, se presenta una visión que continúa considerando el desarrollo como progreso y que empieza a entender qué no hay un solo camino o ruta a seguir, sino que, existen distintas visiones sobre cómo avanzar.

Ante tantas y tan diversas visiones sobre el desarrollo y cómo América Latina participa de esta, la cuestión del desarrollo continuará al centro de las discusiones y nos queda como tarea continuar analizando las implicaciones que los “desarrollos alternativos” y las “alternativas al desarrollo” planteados por distintos académicos transforman las políticas públicas en América Latina y el resto del sur global para construir verdaderos caminos, alternativos, al desarrollo sostenible.

El debate sin fin de la economía del desarrollo

El debate sobre la economía del desarrollo y los mecanismos utilizados por distintos países del mundo para alcanzar el crecimiento económico de sus poblaciones ha tenido distintas fases de implementación en los países del norte y sur global.  Las acciones tomadas por los gobiernos para incrementar la riqueza de la población, asegurar mejores condiciones de vida para los más pobres y establecer las bases para un desarrollo de largo plazo han sido discutidas por académicos que, inspirados por sus épocas, proponían la intervención del Estado para fortalecer el crecimiento o la retirada del estado y la liberalización de la mano invisible del mercado. La discusión sobre qué es la economía del desarrollo y cómo se debería de implementar continúa siendo discutida por los principales académicos e instituciones internacionales que, desde sus contextos históricos y sociales, evaluaron las causas del desarrollo económico en países y regiones que involucraron a distintos actores políticos y sociales para construir planes de largo plazo. A lo anterior, se ha sumado la profundización en el análisis histórico de distintos eventos políticos y económicos que, controlados a nivel local por buscadores de rentas y estados patrimonialistas, impidieron la creación de sociedades más desarrolladas, equitativas y con una mayor certeza jurídica.

El progreso económico de los países por sí mismo no ha servido para generar la receta del progreso que distintos académicos de las escuelas del libre mercado promovieron durante el siglo XX. A este progreso, le hacía falta la intervención de un estado con instituciones sólidas que permitiera el desarrollo a largo plazo de gobiernos estables, empresas privadas sólidas y facilidades para la exportación e importación de bienes. Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el rol del Estado creció una vez más. Las visiones keynesianas en el manejo de las economías promoviendo un desarrollo veloz que permitió la recuperación de las economías afectadas por la guerra se revitalizó y se establecieron en conjunto con el Acuerdo de Bretton Woods en 1944, los sistemas económicos globales que permitirían la intervención de los gobiernos nacionales en la inversión internacional. El objetivo de la época fue apoyar el desarrollo de naciones del sur global mediante inversiones y emisión de deuda para los países que se habían quedado atrasados en la brecha del desarrollo como resultado de un pasado colonialista y patrimonialista por sus instituciones débiles, economías locales en las que no existía un estado activo y con condiciones de desarrollo humano de salud, educación y vivienda deficientes. Sin embargo, durante más de veinte años, de 1944 a la década de los 70s, la búsqueda de un mayor desarrollo económico global que permitiera la reducción de las brechas entre los países más ricos y los más pobres no mejoró con las recetas que implementaros los técnicos de esas épocas. Los fundamentos de la teoría del desarrollo que se basaban solamente en ofrecer propuestas para acelerar la industrialización, incrementar la acumulación de capital para invertir, creación de una base de empleados asalariados y la planificación estatal de la economía demostraron no ser suficientes para eliminar la pobreza.

Como respuesta a lo ocurrido en las crisis financieras de la década de 1970, durante los años de 1980 a 2000 se observó el resurgimiento de visiones de libre mercado de autores centrales como Hayek y Friedman que inspiraron y se popularizaron con los gobiernos de países del norte global liderados por Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el Reino Unido, respectivamente. La década de los años 80 observó un resurgimiento del libre mercado y la reducción del rol del Estado en la intervención de la economía con el objetivo de crear mayor riqueza y permitir que las reglas de la mano invisible del mercado realizaran los ajustes necesarios para reducir la pobreza, crear ingresos para el fortalecimiento de las empresas y fomentar el desarrollo de la economía global. Desafortunadamente, esta receta tampoco fue suficiente para promover un desarrollo global más equitativo y reducir la pobreza de los países que seguían resabiados en el proceso de creación de economías sostenibles y desarrolladas. En especial, este liberalismo en países con economías patrimonialistas o de “capitalismo de amigos” donde solamente resulto en un incremento de los privilegios que se otorgaba a un minúsculo grupo de la elite y, además, no tenía interés en desarrollar instituciones sólidas que protegiesen los derechos de todos los ciudadanos, la mejora del bienestar social ni la protección del capital humano como roles centrales de un estado desarrollado.

En la revisión histórica de estas teorías en el siglo XX y cómo influyen en nuestra época debemos prestar especial atención a los efectos que la implementación de políticas económicas y estatales desde los países del norte global hacia las periferias con el objetivo de que se implementaran políticas proteccionistas desde el estado hacia sus habitantes y que se enfocaran en la inversión y mejora de las condiciones de vida de la población en general. Junto a estas inversiones, se suma como indispensable según los tomadores de decisiones en el fomento de la economía de desarrollo, la participación del estado en la creación de las estrategias de desarrollo que permitan a los capitalistas locales crear empresas de exportación de bienes y servicios con valor agregado y el rol que juegan las instituciones de un estado para dar seguridad y certeza jurídica a estos inversores locales e internacionales.

Casi un siglo después de que se implementaran distintas visiones de creación de economías desarrolladas por quienes creían en la necesidad de un estado fuerte y proteccionista versus aquellos que creían en los mecanismos invisibles del mercado como las mejores formas de crearla, seguimos aún en difíciles condiciones de desigualdad y pobreza que separan a los países del norte y sur global.

Como agudamente explica el economista Dani Rodrik, “la historia, el poder político y los grados de desigualdad de una sociedad son ahora relacionados con las características de la economía y la calidad de las instituciones”. En esta frase se resume en gran parte las preguntas que al día de hoy siguen sin responderse sobre el debate de la economía del desarrollo. Por una parte, se presenta una historia de las distintas acciones implementadas para fomentar el crecimiento económico y el desarrollo humano en las últimas décadas. Y, también, resume las fallas y omisiones repetidas una y otra vez por los gobiernos que tomaron decisiones económicas y de gobierno aisladas de un análisis de la historia de cada país y región, de sus condiciones culturales y políticas, de la desigualdad local y la herencia postcolonial, de factores geográficos y naturales que han determinado la riqueza de las naciones y, últimamente, los análisis necesarios de la vulnerabilidad al cambio climático que sufren algunos países por encima de otros, entre otros factores.

El debate continúa, y como líderes tenemos la responsabilidad de aprender las lecciones de los distintos momentos por los cuales la economía del desarrollo y la emergencia de distintos estados desarrollistas han pasado. Aún siguen existiendo muchas preguntas que deben ser respondidas por cada país en la creación de instituciones que permitan cerrar la brecha de ingresos entre los países ricos y pobres y que, como explicó Robert Lucas en 1988, “estas brechas deben ahora incluir acciones que también estén encaminadas a ser sostenibles ambientalmente, disminuir las desigualdades y conquistas las libertades individuales.”

Ante esta visión, el estado desarrollista del siglo XXI, involucrará cada vez más factores de análisis económicos a nivel local y regional, mejores sistemas de indicadores y estadísticas nacionales, fortalecimiento de instituciones y estados sólidos para reducir el poder de las plutocracias y el corporativismo, un mayor rol proteccionista del estado para mejorar las condiciones del capital humano y asegurar la protección de la propiedad privada y la certeza jurídica de las inversiones capitalistas en un mundo globalizado.

Un poco de teoría para entender las migraciones

Las noticias de niños migrantes han captado la atención de los medios en las últimas semanas. La mayoría de estos niños y niñas eran de origen Centroamericano. En Mesoamerica, debemos enfocarnos urgentemente en fortalecer la legislación y la capacidad nacional para la protección de migrantes y refugiados dentro de los flujos migratorios mixtos que existen en la actualidad. Es urgente el establecimiento de redes de protección de la sociedad civil para estos refugiados que se dirigen a Estados Unidos y a países vecinos. Asimismo, es necesario encontrar soluciones duraderas para los refugiados a través de la integración local y creación de fuentes de trabajo competitivas y dignas. La diferencia fundamental entre ser un refugiado y un inmigrante es que los refugiados se ven forzados a huir de sus hogares, mientras que los inmigrantes tienen más opciones a su alcance. Esta división es más notoria en situaciones de conflicto armado o guerras internas. Sin embargo, muchos han clasificado a grupos de inmigrantes latinoamericanos como refugiados pues son víctimas de la persecución de las maras y del estado mismo.

Redes Migratorias: una teoría para entender más y mejor las migraciones

La teoría de redes migratorias es una teoría de migración a nivel meso (por meso nos referimos al análisis intermedio o de enlace entre distintas áreas de humanidades e instituciones para el estudio de los problemas a analizar). La teoría de redes migratorias surgió en la década de 1970 a partir de estudios de género, de mujeres y de historia de las familias. Por lo tanto, tiene sus orígenes en la sociología y antropología y nos sirve para entender las acciones humanas.

Desde la perspectiva de la teoría de redes de migrantes podemos entender cómo los migrantes crearon e incluso mantienen vínculos sociales con otros migrantes y familiares en sus países de origen en Mesoamérica, y cómo esto puede conducir al surgimiento de redes sociales de migrantes más activas y dinámicas. Estas redes tienden a facilitar una mayor migración y nos sirven para entender que en la actualidad la crisis migratoria que vivimos es resultado de décadas de abandono del Estado en los países mesoamericanos de las poblaciones vulnerables que hace muchos años se empezaron a ver forzadas a migrar.

Siguiendo con la teoría de redes, esta se basa en la idea de que la migración es un proceso dependiente de la ruta en el que los primeros migrantes configuran los flujos migratorios posteriores a través de sus relaciones interpersonales. Según el experto en el tema Stephen Castles, las redes de migrantes tienden a disminuir los costos económicos, sociales y psicológicos de la migración. Por lo tanto, la migración puede conceptualizarse como un proceso difuso, en el que las redes en expansión provocan que los costos de movimiento disminuyan y la probabilidad de migración aumente: estas tendencias se alimentan mutuamente y con el tiempo la migración se extiende hacia todos los segmentos de una sociedad. Lo anterior es algo muy común y notorio en Guatemala, particularmente, en lugares del Occidente y Oriente del país donde aldeas y pueblos enteros son parte de estas redes de migrantes. Algo que también ocurre en las ciudades es la formación de una comunidad de migrantes en un destino específico que aumenta la probabilidad de una mayor migración al mismo lugar.

La teoría de redes migratorias es una herramienta útil para explicar los flujos migratorios que no pueden explicarse mediante otras teorías existentes, e intenta mostrar por qué continúa la migración, incluso cuando hay salarios más altos en otros lugares o no hay factores de atracción o políticas en el país receptor tal y como estamos viviendo actualmente en Estados Unidos con el gobierno de Donald Trump. Con esta teoría podemos explicar y confirmar que la razón de la continuidad del flujo migratorio de mesoamericanos a Estados Unidos surge y se basa en la diáspora o red de migrantes que influye en la decisión de continuar eligiendo Estados Unidos y no Europa o Sudamérica como sus destinos. Por lo tanto, la teoría de redes es efectiva para explicar por qué los patrones de los migrantes no siempre se distribuyen uniformemente entre los países aún cuando sería muy útil que mesoamericanos migrasen a otras regiones.

Otros expertos en el tema son Harzig y Hoerder (Hoerder fue mi catedrático en la Universidad de Leipzig y aprendí muchísimo de él sobre el tema) y para ellos, la teoría de redes migratorias es una teoría de “economía familiar” porque el tiempo de “calidad” laboral y emocional se asigna de acuerdo con las normas sociales para lograr el mejor resultado posible internamente para los miembros de la familia o red, y externamente por su posición en la comunidad. En Guatemala es muy común observar que los migrantes y refugiados migran a un destino específico para encontrarse con un tío o una tía, con un abuelo o incluso con un padre o una hermana.  Harzig explica que “la teoría de redes no solo investiga las decisiones de los migrantes de dislocarse sino que también investiga la jerarquía de redes que explica estas decisiones mediante la inclusión de factores emocionales y espirituales no medibles que juegan un papel en los análisis de proyectos de vida y decisiones migratorias”. Así, es más fácil para un migrante llegar a un destino donde conoce a personas que le son familiares y establecer negocios, pedir préstamos, conseguir empleo y colaborar en comunidad. Actitudes como las anteriores, fortalecen la migración y permiten establecer una jerarquía de red en la que los miembros intentan obtener los mejores resultados posibles internamente para su familia, la familia migrante y externamente para obtener el mejor lugar dentro de una comunidad que lo reconoce como un hermano o hermana.

Los efectos de la migración

Es un hecho innegable que la migración siempre ha sido fuente de progreso y desarrollo para todas las sociedades receptoras. Incluso, en situaciones de migración forzada por esclavitud y servidumbre forzosa, los países receptores de los migrantes se beneficiaron del trabajo que realizaron los migrantes. En gran medida, los beneficios de la migración que tiene lugar en un flujo global dependen en gran medida de la ubicación y contexto sociodemográfico de las áreas involucradas, así como de las particularidades regionales.

Los países que producen la migración desde el sur hacia el norte global y los estados que sufren diásporas de migrantes y refugiados son los más favorecidos por la migración. Situación que es menos beneficiosa cuando la migración se realiza dentro del mismo sur global debido a que la mejora en las condiciones de vida no aumenta de la misma manera para las familias de migrantes.

En la actualidad, suponer detener la migración de mesoamericanos hacia el norte es prácticamente imposible. Ralentizar esta migración no es viable en las condiciones actuales de inversión y desarrollo económico de los países migrantes donde sus gobiernos no tienen ningún interés en desarrollar las áreas más pobres y abandonadas por el Estado. La teoría de redes nos permite entender que las redes nunca se eliminan sino que se amplian. Así, de una red de migrantes que iba del punto A al B, después de que ha pasado un tiempo considerable se puede ampliar a una migración del punto A, pasando por el B hacia un nuevo destino C. O también, ya establecida y formalizada migrará a ser una red del punto A al C directamente.

Las grandes redes de migración en el mundo

En la actualidad, hay en todo el mundo, nueve redes de migración superpuestos en territorios macro-regionales que se mantienen fluyendo desde el siglo XX según nos enseñó el historiador Hoerder. Hoerder indica que estos sistemas son resultado de la división Norte-Sur de un mundo postcolonial que se fortaleció con la institucionalización de la recolonización ante y desde condiciones desiguales que favorecían al mundo industrializado y a sus herederos “blancos”.  Condiciones desiguales que no solo ocurren en Guatemala, sino que continúan enfrentando a alrededor de 1,100 millones de personas que vive en la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos, contra los más de 6,300 millones de habitantes del resto del mundo. Esta brecha se ha triplicado desde la descolonización del siglo pasado y continúa creciendo.

Bajo este régimen de “apartheid-económico global” según explica Hoerder, el Producto Nacional Bruto per cápita anual promedio ascendió a US$480 en los países de bajos ingresos en comparación con US$28,000 en las economías de altos ingresos. Así, desde hace un siglo, cada vez más personas intentan llegar a sociedades y economías proveedoras de empleo con o sin documentos. Migraciones similares se han estructurado en las economías de los países en vías de desarrollo conectándose desde el campo hacia las metrópolis y las ciudades industrializadas en países como China, Brasil, India y Turquía donde millones de personas emigran anualmente.

En Mesoamérica esa división de apartheid-económico también continúa vigente. Las familias migrantes son en su mayoría provenientes de grupos de la población que durante el siglo pasado se vieron forzados a migrar por la falta de trabajo, desastres naturales y por el conflicto armado interno para el caso de Guatemala. Estas primeras generaciones establecieron ya sólidas redes de migrantes que favorecen la continuación del flujo migratorio.  Quienes migran lo hacen, por la falta de empleo y oportunidades en una sociedad con profundas desigualdades. Además, son personas que provienen de lugares donde las inversiones del Estado y del sector privado han sido más escasas.

La negligencia de los últimos gobiernos para apoyar a los pequeños productores agrícolas ha crecido con la corrupción, el continuo deterioro del medio ambiente y el abandono de las carreteras y campos, la falta de competitividad de pequeños parcelarios y la formación de latifundios continuará generando pobreza rural de la población campesina que es mayoritariamente indígena.

¿Cómo ralentizar la migración?

Detener la red de migración es imposible y solo mediante el uso de la fuerza y guerra se pueden afectar drásticamente estos flujos. Sin embargo, el flujo de migración y refugiados se puede ralentizar deteniendo el abuso de los recursos y capital de los países mesoamericanos con cambios estructurales.  Algunos de los sugeridos son:

  1. Reevaluar y reformar el sistema económico actual que favorece una economía centralizada, monocultivista y mercantilista permitiendo el desarrollo de negocios en áreas rurales y semi urbanas. La falta de acceso a la propiedad de la tierra y de recursos fuerza a la pobreza y extrema pobreza a la mayoría de la población y esto solo cambiará con la intervención del gobierno en la creación de fuentes de trabajo, liberalización del comercio y liberalización del sistema de crédito y banca para las micro, pequeñas y medianas empresas.
  2. Monitorear y detener el flujo de armas, maras y redes de narcotráfico en Mesoamérica que impiden el desarrollo económico del interior del país y que amasa grandes fortunas en áreas úrbanas con corrupción y compra de favores.
  3. Brindar protección legal y oportunidades para fortalecer las fronteras hacia las principales rutas de migración vía México hacia los Estados Unidos. Esto es de particular importancia para los refugiados que huyen del país y para los “migrantes climáticos”, es decir, aquellos que huyen de Mesoamérica debido a los efectos del cambio climático.
  4. Pasar de la gestión de crisis a la prevención de crisis. Esto incluye rechazar la política de “tercerización” de la gestión de la migración, una “solución” a corto plazo que crea un boom económico en varios centros, algunos ubicados en áreas desérticas y despobladas, convirtiéndose en una industria que se beneficia de los más vulnerables y se convierte fácilmente en territorios de trabajo forzoso.  Prevenir las crisis se consigue desarrollando integralmente todo el territorio de los países; partiendo de la descentralización del Estado y llevándolo a todos los lugares donde sus servicios actualmente son menores o no existen. La inversión del Estado en el interior de los países mesoamericanos será la única manera de reducir las migraciones hacia las capitales y/o hacia los países del norte.

Como ven… tenemos tremenda tarea como sociedad y espero que esta información les haya sido de utilidad para comprender un poco más tan complejo tema humano.

Libros sugeridos para estudiar más el tema: